NOTA PUBLICADA EN REVISTA IMPERIO (MAYO/ABRIL 2010)
CRITICA DE ROSARIO SABARRENA EN SU BLOG DE TEATRO:
http://artesanal-winona.blogspot.com/2010/04/la-pecera.html
http://artesanal-winona.blogspot.com/2010/04/la-pecera.html
La Pecera nos zambulle en aguas turbias que no lo parecen al principio, pero cuanto más nos hundimos, más profundizamos en este océano de soledades muchas cosas aparecen tras la retina.
Me gustó y mucho, aunque es algo tan básico decirlo así que ya el término me molesta. Me sorprendí para bien y debo reconocer que tenía prejuicios acerca de esta obra pero las actuaciones de estos "chicos" me sorprendió y para bien.
Las emociones que lograron transmitirme en ese encierro; y mostrando sus encierros uno hace cuenta de los suyos. Cuánto ocultamos de nuestra vida cuando no se puede hacer frente al resto. Qué cosas tenemos para decirle al otro con el que compartimos día a día y bajo una máscara de fortaleza hacemos nuestra performance como si nada sucediera.
Muy buenas actuaciones con detalles de puesta que reforzaría, como los cambios de escena en baja luz y el movimiento de objetos y su ubicación. El espacio por momentos les juega en contra. El clima intimista se logra y la respiración contenida de la sala llena ayuda, pero la cercanía con la cabina de operación de luces y el sonido de las cañerías... No desprecio ningún espacio de expresión artística pero en esta obra donde los silencios abundan y sostienen, sonidos externos distraen.
Dos adolescentes encerrados en un cuartito de escuela. Una travesura sexual, una profesora, un hecho puntual, una decisión, una búsqueda, un desencuentro. Contené la respiración, nos hundimos en la soledad de esta pecera.
Winona - Rosario Sabarrena
14/04/2010
Me gustó y mucho, aunque es algo tan básico decirlo así que ya el término me molesta. Me sorprendí para bien y debo reconocer que tenía prejuicios acerca de esta obra pero las actuaciones de estos "chicos" me sorprendió y para bien.
Las emociones que lograron transmitirme en ese encierro; y mostrando sus encierros uno hace cuenta de los suyos. Cuánto ocultamos de nuestra vida cuando no se puede hacer frente al resto. Qué cosas tenemos para decirle al otro con el que compartimos día a día y bajo una máscara de fortaleza hacemos nuestra performance como si nada sucediera.
Muy buenas actuaciones con detalles de puesta que reforzaría, como los cambios de escena en baja luz y el movimiento de objetos y su ubicación. El espacio por momentos les juega en contra. El clima intimista se logra y la respiración contenida de la sala llena ayuda, pero la cercanía con la cabina de operación de luces y el sonido de las cañerías... No desprecio ningún espacio de expresión artística pero en esta obra donde los silencios abundan y sostienen, sonidos externos distraen.
Dos adolescentes encerrados en un cuartito de escuela. Una travesura sexual, una profesora, un hecho puntual, una decisión, una búsqueda, un desencuentro. Contené la respiración, nos hundimos en la soledad de esta pecera.
Winona - Rosario Sabarrena
14/04/2010
http://artesanal-winona.blogspot.com/2010/04/la-pecera.html
Estos “pibes” son las “two lost souls swimming in a fish bowl” de Pink Floyd.
Estudio temático y comparativo
Como tuve la oportunidad de ver con anterioridad otra versión de la obra montada por la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático) voy a comparar las dos puestas.
Estos son los detalles de la versión que vi en el 2009:
En el marco de la temporada de estrenos de trabajos de alumnos avanzados de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático se presenta La pecera, de Ignacio Apolo, bajo la dirección de Constanza Peterlini, con escenografía de Mariana Oliva y vestuario de Karina Alonso Toscaninni. Únicas funciones: viernes 30/10 y sábado 31/10 a las 18.30; domingo 01/11 a las 20.30. Sede de Puesta en Escena de la EMAD: Jufré 141.”
http://estatico.buenosaires.gov.ar/aplicaciones/agenda_nueva/archivos/programacion_emad09.pdf
Violencia - Mostrar o no mostrar, esa es la cuestión
La Pecera, de Ignacio Apolo. Dirección: María del Carmen Pié
Por Richard Prior - http://www.hechosteatrales.blogspot.com“And did you exchange a walk on part in the war for a lead role in a cage?”
(¿Y cambiaste un papel principal en la guerra por un papel protagonista en una jaula?)
Wish You Were Here - Pink Floyd
Estos “pibes” son las “two lost souls swimming in a fish bowl” de Pink Floyd.
Estudio temático y comparativo
Como tuve la oportunidad de ver con anterioridad otra versión de la obra montada por la EMAD (Escuela Metropolitana de Arte Dramático) voy a comparar las dos puestas.
Estos son los detalles de la versión que vi en el 2009:
En el marco de la temporada de estrenos de trabajos de alumnos avanzados de la Escuela Metropolitana de Arte Dramático se presenta La pecera, de Ignacio Apolo, bajo la dirección de Constanza Peterlini, con escenografía de Mariana Oliva y vestuario de Karina Alonso Toscaninni. Únicas funciones: viernes 30/10 y sábado 31/10 a las 18.30; domingo 01/11 a las 20.30. Sede de Puesta en Escena de la EMAD: Jufré 141.”
http://estatico.buenosaires.gov.ar/aplicaciones/agenda_nueva/archivos/programacion_emad09.pdf
Violencia - Mostrar o no mostrar, esa es la cuestión
Bajo la dirección de María del Carmen Pié, la descripción de la violencia es menos gráfica, análoga a la tragedia griega, en la que el público es invitado a llenar los espacios vacíos de violencia imaginándolos con su propia violencia interna, lo cual generalmente puede provocar una reacción más perturbadora y profunda que cuando se confronta brutalmente con una descarnada descripción de crueldad. Semejantes a los sentimientos de lujuria de Angelo por la novicia Isabella (en Medida por Medida de Shakespeare) son mucho más potentes en tanto el cuerpo de ella está totalmente cubierto y no puede verse en absoluto, por lo que él completa esta ausencia con su propia imaginación y lujuria.
Ambigüedades y vicisitudes de las relaciones de poder
Este es el tema favorito de Harold Pinter, que revolotea detrás de la obra como una presencia fantasmal, influenciando hacia la brutalidad de las relaciones humanas y en la cual la rudeza del lenguaje acompaña esta lucha por la dominación o “la voluntad de poder” nietzscheana, dentro de las posturas hegelianas de amo y esclavo, como bien describen los dos protagonistas de Esperando a Godot de Beckett.
A pesar del traspaso completo de poder de un pibe a otro durante el transcurso de la obra, en esta versión de la Pecera estas fluctuaciones son sutiles y matizadas, creando una tensión dinámica entre los personajes. Esto difiere de la progresiva y lineal toma de poder de uno a otro, que ocurría en la versión de EMAD.
La Pecera por la directora Pié resulta una puesta en escena espartana, minimalista y despojada, reflejando con efectividad la carencia en las vidas de estos “jóvenes iracundos” (angry men). Esta arena se transforma en jungla salvaje, en la que la mera supervivencia se vuelve el único objetivo de su existencia, más allá de satisfacer su voyeurismo mirando a la profesora de Matemática en el baño. Este concentrado retrato de salvaje delincuencia me trae a la memoria al Señor de las moscas, aunque los chicos no son desplazados de su habitual espacio escolar como en la novela de William Golding.
La cuestión de la música
Entiendo que se usó música clásica para marcar el contraste con los jóvenes descarriados y groseros y contraponerla con la música pop del finale.
Si me presionaran a encontrar un defecto en la producción sería el tema de Elvis "I can’t help falling in love with you" para el final. Este fue el único momento en que me sentí incómodo, cuando no me pareció que fuera la intención. Digo esto porque hay tantos momentos en la obra que son deliberadamente duros de ver, con los personajes desplegando su desesperada, frustrada y hormonal sexualidad adolescente.
Panóptico entre panópticos - un tema foucaultiano
Estamos observando a estos chicos sin que sepan que son observados (como personajes, no los actores que, por supuesto, saben que los miramos). Análogamente la profesora está siendo vigilada sin saberlo, entonces, simultáneamente (e inconscientemente, sin embargo) ella sigue ejerciendo su rol de profesora que impone castigos (especialmente en las escuelas privadas religiosas). Esto es así porque su rutina de actividades en el baño bastan para estimular la lujuria y deseo de estos dos jóvenes machos que están preparados para llevar a la acción sus fantasías entre ellos mismos (aunque con ella fijada en sus mentes) transfiriendo y sublimando sus deseos.
La completa ausencia femenina en escena, y de nuestra vista, produce sin embargo una potente impresión sobre estos frustrados jóvenes, logrando conducir y dirigir las acciones de los protagonistas. Libre de culpa, ella aviva el fuego en sus cuerpos libidinosos, que son como bombas a punto de estallar, y la consecuente acción puede percibirse metafóricamente como la cuenta regresiva hacia este desenlace destructivo y explosivo final.
5/5/2010
LA PECERA, de Ignacio Apolo
Por Carlos Folias - http://www.teatrosoloteatro.blogspot.com
El texto dramático escrito por Ignacio Apolo (a quien tuvimos el placer de ver el año pasado en el Konex dirigiendo su “Rosa Mística”) en principio parece ser una historia simple.
En efecto, La Pecera nos muestra a dos adolescentes, estudiantes secundarios de una escuela religiosa, que se dedican a espiar a su profesora de matemáticas, “la Correa”, cuando concurre al baño y a través de un orificio en la pared. Pero lo que parece ser una mera travesura estudiantil va a ir trastocándose de a poco hacia un imprevisto desarrollo y desenlace.
A poco de empezar percibimos que lo que parecía ser simple no sólo deja de serlo sino que comienza a ser inquietante en la medida que transporta al espectador hacia zonas vinculadas a la sexualidad, la violencia, la perversión, el deseo...
En teatro hay un concepto al que denominamos “cuarta pared”. Un muro imaginario que separa al escenario del lugar donde se haya el espectador y que le permite a éste apreciar lo que acontece como a través de un cristal transparente. Los actores en el escenario se manejan como si del otro lado nada existiese y el espectador como un espía que acecha desde la oscuridad, que observa sin ser visto, silenciosamente, tratando de no ser descubierto y así acceder a revelaciones que pertenecen al mundo de otros.
Podríamos asimilar al espectador como quien observa a través del vidrio de una pecera.
Si relacionamos estos conceptos con la obra de Ignacio Apolo “La Pecera” en la que los personajes son espectadores de lo que acontece en el baño, podríamos aplicar la expresión francesa "mise en abyme", literalmente “puesta en abismo”, toda vez que lo que ocurre en el escenario es un versión reducida de la “realidad teatral”. La obra de Apolo se ubica en el centro de una pecera mayor que nos incluye a todos, en la que no hay peces sino seres semejantes.
El límite imaginario o no, la cuarta pared, separa y a la vez conecta. Las sensaciones encontradas de realidad y de ilusión provocan el atractivo efecto de identificación por un lado y distanciamiento por el otro. Esto, que es común en el teatro en general, se hace más presente en esta obra toda vez que nos conecta con elementos de la infancia reprimidos o negados por la conciencia.
De esta manera, “La Pecera” se presenta ante nuestros ojos como una puesta en abismo que conecta nuestra mirada de espectador con el voyeurismo de los personajes que persiguen alcanzar un deleite a partir de la contemplación, en este caso, prohibida y moralmente reprochable.
La impecable dirección y puesta en escena de María del Carmen Pié permite que el texto de Apolo, de por sí cautivante, vaya introduciendo al espectador en temas complejos potenciándolo con la construcción de una atmósfera muy apropiada en la que se evidencia un eficaz trabajo con los actores en el desarrollo de la creatividad y el juego teatral.
Sin duda, no hay personaje fácil de representar toda vez que el cuerpo del actor, con las características propias de su interioridad, es el que lo materializa en un escenario. Más aún cuando se ponen en juego temas vinculados a la sexualidad y al deseo, que desde siempre han resultado complicados. En este caso los actores, Javier Schwarzberg (Pescado) y Diego Vegezzi (Leto), realizan un gran trabajo actoral logrando transitar con naturalidad situaciones y emociones de por sí difíciles de representar.
Todos los elementos de la puesta en escena se conjugan de tal manera que cada espectador va transitando por las emociones más diversas que depara esa adrenalina de espiar a un “otro” que siempre hace algo de lo que se ancla en nuestras fantasías.
A poco de empezar percibimos que lo que parecía ser simple no sólo deja de serlo sino que comienza a ser inquietante en la medida que transporta al espectador hacia zonas vinculadas a la sexualidad, la violencia, la perversión, el deseo...
En teatro hay un concepto al que denominamos “cuarta pared”. Un muro imaginario que separa al escenario del lugar donde se haya el espectador y que le permite a éste apreciar lo que acontece como a través de un cristal transparente. Los actores en el escenario se manejan como si del otro lado nada existiese y el espectador como un espía que acecha desde la oscuridad, que observa sin ser visto, silenciosamente, tratando de no ser descubierto y así acceder a revelaciones que pertenecen al mundo de otros.
Podríamos asimilar al espectador como quien observa a través del vidrio de una pecera.
Si relacionamos estos conceptos con la obra de Ignacio Apolo “La Pecera” en la que los personajes son espectadores de lo que acontece en el baño, podríamos aplicar la expresión francesa "mise en abyme", literalmente “puesta en abismo”, toda vez que lo que ocurre en el escenario es un versión reducida de la “realidad teatral”. La obra de Apolo se ubica en el centro de una pecera mayor que nos incluye a todos, en la que no hay peces sino seres semejantes.
El límite imaginario o no, la cuarta pared, separa y a la vez conecta. Las sensaciones encontradas de realidad y de ilusión provocan el atractivo efecto de identificación por un lado y distanciamiento por el otro. Esto, que es común en el teatro en general, se hace más presente en esta obra toda vez que nos conecta con elementos de la infancia reprimidos o negados por la conciencia.
De esta manera, “La Pecera” se presenta ante nuestros ojos como una puesta en abismo que conecta nuestra mirada de espectador con el voyeurismo de los personajes que persiguen alcanzar un deleite a partir de la contemplación, en este caso, prohibida y moralmente reprochable.
La impecable dirección y puesta en escena de María del Carmen Pié permite que el texto de Apolo, de por sí cautivante, vaya introduciendo al espectador en temas complejos potenciándolo con la construcción de una atmósfera muy apropiada en la que se evidencia un eficaz trabajo con los actores en el desarrollo de la creatividad y el juego teatral.
Sin duda, no hay personaje fácil de representar toda vez que el cuerpo del actor, con las características propias de su interioridad, es el que lo materializa en un escenario. Más aún cuando se ponen en juego temas vinculados a la sexualidad y al deseo, que desde siempre han resultado complicados. En este caso los actores, Javier Schwarzberg (Pescado) y Diego Vegezzi (Leto), realizan un gran trabajo actoral logrando transitar con naturalidad situaciones y emociones de por sí difíciles de representar.
Todos los elementos de la puesta en escena se conjugan de tal manera que cada espectador va transitando por las emociones más diversas que depara esa adrenalina de espiar a un “otro” que siempre hace algo de lo que se ancla en nuestras fantasías.